Quaderns 2011 – 2016

D'arquitectura i urbanisme

Publicació del Col·legi d'arquitectes de Catalunya

Carlos Ferrater: La contra de la Instant

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Quaderns #262
código: 26209

Entre los impulsores de la Instant city, había gente como Fernando Bendito, un ácrata, o Borja Arquer. Habíamos empezado a montar un grupo llamado “Grupo Abierto de Diseño Urquinaona” y entonces llegó esa oportunidad del congreso de Ibiza en setiembre de 1971, organizado desde el FAD, del que era responsable Giralt-Miracle.

En febrero de ese mismo año fuimos allí diciendo que queríamos participar, pero su respuesta fue que todo estaba ya organizado. Entonces, junto a Fernando Bendito les preguntamos por los estudiantes y su alojamiento durante el congreso. Para ellos habían previsto un terreno donde poder acampar. Entonces Fernando y yo propusimos hacernos cargo del tema, aun cuando el presupuesto era muy reducido. Firmamos, nos hicimos responsables y nos pusimos a trabajar. Estábamos también en contacto con Luis Racionero que venía de Berkeley. Mi hermano hizo el poster. El manifiesto/invitación era de un papel tipo seda que permitía ser enviado por correo sin que pesara demasiado.

Enviamos el manifiesto por todo el mundo. En marzo se habían recibido más respuestas de las que se habían obtenido para el congreso. Fue entonces cuando nos fuimos a ver a José Miguel Prada Poole, alguien que sabía mucho sobre el tema y, posteriormente, a la empresa Aiscondel en busca de plástico.

Para convencerles del patrocinio, tuvimos que hacer previamente una prueba en Cerdanyola, a la que vino José Miguel de Madrid. Esa primera prueba estaba hecha mediante juntas pegadas con adhesivo de doble cara, que se iba deslizando. José Miguel diseñó una unión en la que la grapa apenas sufre tensiones.

A Ibiza llegó gente de todas partes. Recuerdo que había por allí unos chicos belgas o de los Países Bajos, con los que hicimos un hinchable en forma de tricornio: un homenaje a la Guardia Civil ¡que no dejaba de martirizar! Además los congresistas tenían mala conciencia y venían a bajarnos comida o nos invitaban a los hoteles, a los que no entrábamos porque íbamos como íbamos y teníamos que quedarnos en la terraza.

Ya en la Instant se formó una asamblea. Se crearon cooperativas que iban a comprar a Ibiza con la furgoneta de algunos hippies. Después construimos los váteres, las letrinas, unas duchas al aire libre, etc. Eso era el “comité para la Instant”. Se pactó que no habría nombres, que no habría autorías. Sin embargo, aunque hubo una organización mínima – casi como en una ciudad tradicional cooperativa- se acabaron creando y repitiendo algunos roles. Esto fue el final. El resultado fue que la ciudad instantánea, como modelo contracultural de protesta contra los hoteles y el congreso oficial que los anglosajones dominaban completamente, generó también su propia contracultura.

Mucha gente de la Instant aborrecimos aquel experimento comunitario, porque acabó generando sus propias normas de convivencia, no se podía tocar música por la noche, letreros por todas partes, la comida, limpiarse los zapatos, etc.
Aquello se convirtió en una mini-ciudad burguesa y entonces lo que hicimos un grupo reducido fue coger plástico, irnos a la montaña y construir una ciudad contra la Instant en la ladera de cala San Miguel, con palos, cañas, cajones, cartones y los trozos de plástico que habíamos cogido. Un grupo contracultural. La contra de la Instant.

No obstante, la Instant funcionó de manera magnífica como lugar de experimentación y experiencia colectiva, cortábamos, grapábamos en grupo, pero al final, una vez hecha, deberíamos haberla destruido, irla destruyendo conforme la construíamos.
Y sin embargo, entre todo aquello habían cosas valiosas: la idea del reciclaje, la idea de salvar e incorporar un árbol, la ironía del tricornio, el trabajo colectivo, el trabajo como elemento específico de relación, el anonimato, el ocio.

Reivindicábamos que en una sociedad tecnológica se ofreciera la posibilidad del ocio. Una sociedad con un sobrante productivo debía ofrecer tiempo de ocio, ocio organizado creativamente, la conexión interdisciplinar. Se entendía la creación como elemento de salvación humana. Sin embargo, aquel ocio que reivindicábamos, ligado a una experiencia vital, era muy distinto al que puede ofrecer ese parque temático en que se ha convertido el ocio actual.

Aunque de todas aquellas utopías no quedó nada, en ese momento eran una vía de salida a un régimen, frente a una institución. Nos rebelábamos un poco contra la disciplina misma.

Por un tiempo no hablé de la Instant. Muchas de las personas que me acompañaron en esa experiencia fueron desapareciendo, por lo que enterré el tema e intenté no volver a sacarlo nunca. Lo archivé todo.

Fue Yago Conde, que conocía la experiencia y con el que trabajé en la rehabilitación de una nave textil abandonada en la calle Regina quien me animó varias veces a hablar de este proyecto de nuevo.

Cuando Yago falleció decidí explicar de nuevo, en su honor, la Instant. Lo hice por primera vez para la inauguración de aquel curso en la Escuela de arquitectura de Barcelona.

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Una Respuesta a “Carlos Ferrater: La contra de la Instant”

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