Quaderns 2011 – 2016

D'arquitectura i urbanisme

Publicació del Col·legi d'arquitectes de Catalunya

Entrevista a José Miguel de Prada Poole

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Quaderns #262
código: 26208

Q. En este número de Quaderns queremos abordar el tema de las infraestructuras en un momento en que se ha dado una disfunción entre la velocidad de producción de la arquitectura y el uso de la misma. Se han construido aeropuertos en los últimos años para los que no hay pasajeros suficientes. En ese sentido queríamos  recuperar arquitecturas capaces de solventar esa disfunción entre el tempo de producción y de su consumo, tal como sucede en la Instant City del año 1971. 

PP. ¡La Instant city es una “inflaestructura”!

Si os interesa, tengo también un diseño de una ciudad para tres millones de habitantes. Se construye a 48 metros del suelo respetando lo que ocurre abajo, el territorio. Es desmontable y tiene un peso de 50 kg/m², ¡estructura incluida!

Q. Ahora vuelve a considerarse de nuevo el peso de los edificios como un factor relevante. En los años veinte, desde revistas como ABC, se reivindicaban la ligereza y la esencialidad…

PP. Sí, es un tema que siempre me ha preocupado. En el año 1971 participé en un concurso para unas escuelas que tenían que construirse en lugares despoblados, por eso tenían que ser reutilizables para que, cuando no hubiera niños, te pudieras llevar el edificio a otro lugar. Todas las fachadas eran de chapa y las ventanas eran las mismas que se utilizaban en los autobuses. Se empleaban perfiles en frío y todo iba atornillado para poder desmontarlo fácilmente. ¡No pesaba prácticamente nada!

Q. ¿Cuándo empezaste a trabajar con inflables?

PP. Entré en la escuela en el año 1954-55 aproximadamente.  Ya había visto algunas cosas de Fuller… en aquel momento estaba interesado con las cosas del “menos”: menos peso, menos estructura, menos dinero… así que lo único que podía hacer eran estructuras inflables. Entonces me alié con un toldero para empezar a fabricar naves industriales. Realicé montones de planos para naves. Hicimos una para Astilleros Españoles de Cádiz que medía 33 metros de ancho por 180 metros de largo. Recuerdo que iba plegada sólo en tres paquetes de lona de 2,5 x 2,5 x 2,5 metros.

Entonces me invitaron al MIT, donde por aquel entonces estaba Thomas Herzog, quien luego escribiría uno de los libros de referencia sobre hinchables. Allí estuve realizando algunos proyectos de ese tipo, entre ellos algunos invernaderos.

Q. En Estados Unidos conociste grupos como Ant Farm?

PP. No. Cuando empecé, las únicas estructuras neumáticas que existían eran las de Walter Bird.

Existía anteriormente una patente de estructuras pesadísimas de lona embetunada. Posteriormente, durante la guerra fría se empezaron a construir muchas antenas de radar, pero debido a la radiación solar la antena se deformaba perdiendo fiabilidad. Decidieron entonces cubrirlas, pero las cúpulas de Fuller no servían, puesto que la estructura metálica afectaba a la recepción, por lo que Walter Bird inventó un sistema utilizando estructuras neumáticas.

Yo que había visto alguna cosa de esas… empecé a echar cuentas.

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Q. Y ¿cómo empezó el proyecto de la Instant City?

PP. Recibí un buen día una carta de un “Comité ad hoc”. El grupo estaba formado por estudiantes: Fernando Bendito, Carlos Ferrater y otros. No sé si realmente fue Luis Racionero el que habló con los organizadores del congreso, o fueron los organizadores los que se pusieron de acuerdo con él. Pero, por entonces, Luis estaba fascinado por su reciente viaje a Estados Unidos, donde entró en contacto con los movimientos underground de la costa oeste.

Q.  … y la idea de una ciudad instantánea?

PP. Hacía unos años que una idea me rondaba por la cabeza. Cuando estaba terminando arquitectura se había producido el inicio de ese boom turístico que luego se ha ido incrementando con el tiempo. Las playas, antes tranquilas y desnudas, se habían ido llenando de edificios baratos y ramplones construidos a toda prisa. Poco a poco, lugares paradisíacos y desérticos se habían ido transformando en masas desordenadas de edificaciones al buen tuntún. Año tras año, la situación, lejos de mejorar, empeoraba rápidamente. La degradación se añadía a la degradación, no dando tiempo al sistema para regenerarse.

Meditando sobre esta situación y observando cómo los campesinos de las tierras de secano dejan descansar la tierra entre cosecha y cosecha, y viendo cómo los madereros planifican la tala del bosque de modo que pueda recuperarse, pensé: ¿sería factible el diseño de una ciudad de vacaciones que desapareciera sin dejar rastro al final de la temporada turística, de tal manera que al año siguiente se situara en otro lugar distinto y distante, con objeto de que volviera a implantarse en el mismo emplazamiento?

Con todos estos condicionantes previos, había empezado a diseñar una ciudad de vacaciones cuyos edificios ni siquiera necesitarían una estructura. ¿Qué mejor y más barato material de construcción que el aire para tal fin? Así no tendríamos que trasladar esta engorrosa y pesada parte de nuestras edificaciones.

Estos datos, apenas esbozados en unos pequeños dibujos que representaban unas burbujas gigantes entremezcladas con pinares y todo género de naturaleza al borde de la playa, sirvieron de base para mi propuesta al llamado “Comité ad hoc”.

Q. Con un presupuesto tan ajustado, ¿cómo se pudo hacer viable su  construcción? 

PP. Mi idea, derivada de mis experiencias previas, era que había que volcar todos los esfuerzos en una sola dirección, resolverlo todo con un mismo material.

Fernando y Carlos habían contactado con la empresa de plásticos Aiscondel que, en ese momento en el que se empezaba a hablar de ecología, vio la oportunidad de ennoblecer el plástico elevándolo al más alto rango de “protector”.

Utilizamos el plástico más barato del mercado y me pasé un mes haciendo pruebas. Como no podíamos soldarlo, inventé una junta de cuatro capas cuya resistencia era sólo un 15% menor que la resistencia de la soldadura, pero con la ventaja de que si te equivocabas ni se quemaba ni  tenías que tirar toda la pieza. La grapa admitía errores, se reajustaban solos.

Q. La Instant City también debió ayudar a que surgieran más proyectos similares.

PP. Bueno, cuando se celebraron los encuentros de Pamplona armé un cacharro espectacular, el mayor tamaño posible de las bóvedas. Estar allí dentro era increíble!

Q. Ahora está en los museos y se llega a interpretar como una obra artística…

PP. No se hacía como obra de arte, sino como un alojamiento barato, fácil… 

Q. En cambio en el caso de Ponsatí…

PP. La obra de Ponsatí es básicamente artística, si había algo de técnica respondía más bien a la preocupación de que la instalación no se rompiera. En la Instant City no había ni siquiera diseño en los colores… de intervención artística nada.

Q. En ese proyecto, el arquitecto es sólo alguien que da unas instrucciones de montaje para que el usuario acabe conformando la arquitectura.

PP. Yo soy partidario de esta arquitectura modular: como arquitecto sólo das un rompecabezas. Tengo varios diseños de viviendas bajo el lema una vivienda-un habitante, utilizando la tecnología de los aviones y los barcos. Una vivienda así puede costar sólo 11.000 euros, como un coche! Pero hay que cambiar la mentalidad, la forma de producción… y eso es complicadísimo.

Q. Se te suele clasificar como utópico pero, en cambio, mucho de lo que nos has estado explicando responde a problemas perfectamente reales… Es más utópico cambiar las normas de comportamiento de la gente que los proyectos en sí.

PP. Sí, ¡a pesar del precio! Al final, yo que pensaba que era el normal, encuentro rarísimo el comportamiento del mundo.

Q. La Instant se publicó en muchas revistas, como Bocaccio, donde aparecieron varias fotos de Miserachs.

PP. Esas aldeanas se habían puesto el traje de los domingos para ir a ver la Instant. Se ponían delante de la puerta y se miraban la una a la otra. Como tenían que ponerse en esa postura para entrar se ruborizaban, hacían el gesto, se miraban, reían y entonces empezaban a dar vueltas sobre sí mismas y su falda se levantaba, como en una danza tradicional. Era un espectáculo precioso. Lo hacían de forma involuntaria. Se ponían nerviosas y entonces no se les ocurría otra cosa que ponerse a girar, y el proceso se repetía de nuevo. De modo subconsciente sabían que en aquella entrada a la Instant había algo de erótico y extraño. Era una entrada con la que necesariamente se rozaba, como en un nacimiento. Al entrar de ese modo, la gente cambiaba de actitud. Dentro hacían cosas que fuera no habrían hecho nunca […].

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Una Respuesta a “Entrevista a José Miguel de Prada Poole”

  1. Adolfo Rovira Carazo dice:

    Soy compañero de José Manuel Prada en el colegio mayor durante la carrera e íntimo amigo, pero con los años le he perdido la pista. ¿Podría hacerle llegar mi petición de su mail o número de teléfono?. Gracias

Responder a Adolfo Rovira Carazo

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