Quaderns 2011 – 2016

D'arquitectura i urbanisme

Publicació del Col·legi d'arquitectes de Catalunya

John May: Infraestructuralismo: la patología de las externalidades negativas

monitoring

Quaderns #262
código: 26203

Se dice que nuestra vida moderna está en crisis y que nuestras infraestructuras son las responsables de ello. Que aun cuando en su momento nos sirvieron bien, nuestras infraestructuras necesitan una modernización generalizada –una modernización verde, lo que esto quiera decir– de modo que su capacidad para resolver las calamidades de la vida moderna se pueda ajustar a nuestro ámbito de influencia ampliado. Las infraestructuras, en esta lógica, deben funcionar “más eficientemente” –desde el punto de vista energético, financiero, etc.– para que puedan ayudarnos a gestionar nuestro medio ambiente deteriorado. La eficiencia está al orden del día.

Pero, ¿qué significa decir que un sistema de infraestructuras gestiona eficientemente su entorno? Consideremos dos casos de una categoría específica de problema infraestrucutral: los efluentes humanos o residuos corporales.

Al principio de su crecimiento, Chicago se asentaba sobre una extensión plana de roca. La población lidiaba con el problema del drenaje con un sistema de zanjas. Sin embargo, a mediados del siglo XIX, las zanjas se convirtieron en canales abiertos de aguas residuales estancadas y en una amenaza para la salud. La ciudad abordó este problema con un proyecto de “modernización” de diez años en dos fases.

En la primera, el centro de la ciudad se elevó varios metros a fin de proporcionar una pendiente suficiente para asegurar niveles de flujo adecuados. Después se enterró el primer sistema de alcantarillado subterráneo de Estados Unidos en la ladera recién creada. El proyecto se completó en 1870 y, en términos de gasto relativo y esfuerzo, fue mucho más radical que cualquier propuesta actual de los defensores de las infraestructuras. ¿Ofreció el proyecto una solución al problema de los efluentes de Chicago? Volveremos a la pregunta más tarde. En todo caso, aseguró que los efluentes se alejaran eficientemente del centro de la ciudad.

Tomemos un ejemplo más reciente: Hyperion, la mayor planta de tratamiento de aguas residuales de Los Ángeles y una de las más grandes del mundo. Construida en 1894 como un punto de descarga de aguas residuales en la bahía de Santa Mónica, la planta se modernizó y “mejoró” en los 1970. Ahora procesa y trata 1.360 millones de litros al día y es considerada como uno de los grandes logros medioambientales de Estados Unidos en el siglo XX.

A pesar de los cien años que los separan, encontramos en cada caso, creo, dos formas de entender este concepto moderno de infraestructuras “funcionalmente eficientes”. La primera es a través del prisma del discurso de la gestión que acabamos de citar; es decir, un tipo específico de lenguaje en el que la vida se considera ante todo como un conjunto de problemas que se pueden gestionar a través de técnicas adecuadas de mantenimiento, vigilancia, etc. Se trata de un discurso que sustituye el concepto deductivo antiguo, normativo, de “solución” por el concepto mucho más extenso, flexible e inductivo de “gestión”. Es una orientación psicológica frente al mundo que se ha extendido en paralelo al surgimiento y maduración de la burocracia moderna, y la adiaforización que tipifica a sus sujetos. De acuerdo a esta lógica, los problemas –que ya no sólo se resuelven, sino se gestionan y resuelven– se presentan como conjuntos de datos de seguimiento estadístico de restringido a un ámbito determinado a través de procesos de parametrización y regulación. Se trata de la “gestión medioambiental” contemporánea.

Existe un otro punto de vista, en el que las infraestructuras como esta funcionan como imágenes de funcionalidad muy convincentes, si se admite, por ejemplo, que Hyperion pertenece a un sistema que abarca unos 10.500 kilómetros de redes de alcantarillado, que en esta década tuvieron un promedio de 600 “descargas accidentales” de categoría 1 cada año y que forma parte de un sistema territorial aún más extenso que liberó unos 106 millones de litros de aguas residuales en los cursos de agua de California tan solo durante el año 2008…

Sólo cuando descubrimos la retórica oscura de la gestión –donde realidades sistémicas se esconden descaradamente; donde la modernidad se mira las entrañas– podemos reconocer que instalaciones como Hyperion desempeñan un papel activo en el gran mito de la gestionabilidad que conferimos a nuestras infraestructuras. Dicho de otro modo: desde su expansión radical en el siglo xix, las infraestructuras modernas han realizado las tareas que se les asignaron, garantizando la distribución “correcta” de los contenidos de la modernidad –limpieza, comodidad, conveniencia– mediante la continua externalización de sus malestares.

Esta estrategia de externalidad negativa ha tenido lugar simultáneamente en dos registros: conceptual y sustancial. Conceptualmente, a través de palabras comunes como “subproducto”, “residuos” y “efectos secundarios”, los malestares de las infraestructuras son reinscritos continuamente dentro de un lenguaje de funcionalidad sistémica. Al mismo tiempo, la emanación material de la modernización es continuamente liberada a a través de las infraestructuras hacia un exterior que es a la vez abstracto y real. Este exterior puede ser cualquier repositorio de acumulaciones exponenciales continuamente externalizadas: el centro de la ciudad o sus periferias territorializadas, los países del sur o la atmósfera superior, el pulmón interior o el tejido adiposo…cualquier lugar más allá del alcance normal de percepción de la población en relación con una intervención infraestructural.

Estas acumulaciones son mucho más sustanciales que los beneficios que proporcionan. La infraestructura de los efluentes en nombre de la higiene, la infraestructura de las materias primas en nombre del capital, la infraestructura de la “transformación” animal en nombre del apetito. En cada caso, las acumulaciones gestionadas superan los beneficios, de forma que el lenguaje funcional de las infraestructuras, ha falseado o invertido su realidad material.

Esto siempre ha sido así. El proyecto de Chicago intensificó instantánea y exponencialmente la cantidad de desechos humanos liberados en un punto único en el río Chicago. También preparó el terreno para una explosión demográfica sin parangón en el siglo xix. El proyecto alteró de manera tan rápida y drástica la composición del río, que en 1906 Upton Sinclair dio a su tramo central el nombre de “arroyo burbujeante”, con referencia a la enorme liberación de gases resultantes de la descomposición de efluentes humanos y entrañas de cerdos.

Hoy en día, en lugares como Hyperion, en los nodos discretos pero evidentes de los grandes sistemas territoriales, el concepto de gestión se centra en el tratamiento de desechos a través de diversos procesos hasta que sean “seguros”: hasta que su composición haya logrado determinados parámetros estadístico-compositivos. En ese momento, el efluente líquido es lo suficientemente limpio para ser liberado en el mar a través de un conducto submarino de ocho kilómetros. En otras palabras: todo es externalizado, alejado de nuestro marco de percepción, sustituido por la imaginería de destreza de gestión.

Esta es característica notable de este ardid perceptivo: que los llamados fracasos asociados a estos sistemas materializan y refuerzan el teatro del funcionalismo moderno. La afirmación de que algo ha fallado temporalmente es, por supuesto, un corolario lógico de la suposición de que por lo general funciona correctamente.

Tomemos como ejemplo un reciente fallo que, si bien superior en tamaño a la media, está lejos de ser atípico. En 2006 se liberaron 7,5 millones de litros de aguas residuales en una playa de Los Ángeles, cuando una estación de bombeo situada al sur de Hyperion falló. El vertido se prolongó durante 14 horas antes de que se notificara, y más tarde se comentó lo sorprendente que había sido que incluso el sistema de alarma complementario de seguridad hubiese fallado. El accidente llevó a las autoridades a cerrar rápidamente la playa, mientras los equipos de emergencia trataban de reparar la estación de bombeo y desviar las aguas residuales.

Nos encontramos con una mezcla variada de elementos a través de los cuales “los sucesos infraestructurales” se producen burocráticamente, discursivamente, sociopsicológicamente: cinematográficamente. Medios de comunicación en “tiempo real”, modelación de escenarios e investigación de accidentes, discursos de gestión de la prevención, vigilancia y respuesta, relaciones públicas y bravuconería ingenieril como políticas de saneamiento: todo un triste espectáculo desenvolviéndose como una dramaturgia urbana de los excrementos. Esperanzadores y sinceros, rodeando el suceso por todos lados, estos elementos establecen las relaciones de causa y efecto. Forman un aparato perceptivo en el que están representados los procesos de infraestructura, ante todo, como espectáculos localizados; fallos breves y discretos en redes por lo demás benignas; acontecimientos trágicos presentados por corto tiempo en lugares específicos. Esto también es gestión medioambiental: una proyección continua, histriónica, de la salvación funcional e infraestructural.

Aparte de sus muchas ramificaciones políticas (¿no son las infraestructuras más eficientes también las formas más eficaces de control de la población?), una de las cualidades inquietantes de esta fórmula genérica es la exclusión casi total de las realidades más acuciantes a que se enfrenta el mundo actual. Muchas de nuestras catástrofes en curso no son aptas para este tipo de producción espectacular. Son procesos lentos que se desarrollan durante meses, años, décadas y siglos. A menudo, su frecuencia las hace invisibles a nuestros métodos de documentación: fenómenos microscópicos compuestos por acumulaciones que son, paradójicamente, imperceptiblemente extensos.
Se nos presentan dos compases distintos, uno activamente ocultando el otro. El primero, el compás de la gestión de las infraestructuras, el tiempo del razonamiento estadístico y del cálculo de variaciones. De ritmo rápido y entrecortado, está marcado por crescendos regulares, que llamamos accidentes o averías, y que son atribuidos a fallos temporales o ineficiencias solucionables. El compás de gestión hace invisibles los fallos sistémicos. El segundo, el compás histórico o de las acumulaciones, es elegía que se despliega lentamente, de onda larga, en la cual toda la amplitud de la modernización es evidente.

En el primer compás, donde el concepto de eficiencia se ha formado a fin de excluir sus exteriorizaciones, nuestra retórica de la gestión tiene sentido. En el segundo, el propio lenguaje parece completamente absurdo, incluso contradictorio.

La incapacidad de reconocer o aceptar el compás histórico de las acumulaciones es el síntoma más pronunciado y obvio de un infraestructuralismo arraigado. Particularmente agudo entre urbanistas y burócratas, para quienes la eficiencia es casi una obsesión erótica, el infraestructuralismo es una patología moderna en la que la retórica y la imaginería del discurso de la gestión sirven para borrar cualquier diferencia entre modernización primaria y reflexiva. El infraestructuralismo está marcado por el encubrimiento de una verdad –una verdad terrible, insoportable para los modernos– de que los métodos más eficientes de gestión medioambiental son también, de hecho, los más destructivos y derrochadores. Es una mentira que nos contamos a nosotros mismos en sustitución de verdades que nos cambiarían si tuviéramos que enfrentarlas; la principal coartada moral de la supuesta superioridad de nuestras vidas “civilizadas”, sin límites.

¿Somos ahora completamente incapaces de soñar con antiinfraestructuras? ¿Con urbanismos que no existan únicamente a instancias de la dispersión, distribución y externalización eficaces? ¿Con poblaciones que no sean víctimas de su propia maquinaria cínica? De momento simplemente interpretaremos este drama, voluntariamente ciegos a los circuitos de su puesta en escena.

Etiquetas: , , ,

Deja un comentario

Etiquetas

AftertheParty agenda Anuari Anuario architecture Archivo Archivo Barcelona Books Close Closer coac contributions contributors Displaying Architecture doméstica Editorial ensayo eventos exhibitions exposiciones Guerrilla Interviews House and Contradiction housing infraestructura Interviews Invitado news Noticias números Observatorio Parainfraestructuras politics Política Prada-Poole preservació Preservat al Buit projects proyectos Publications Reaccions representación Reseñas review Sessions vivienda

Números anteriores

Quaderns d'arquitectura i urbanisme es la revista del Colegio de Arquitectos de Cataluña